Seguimos viajando por el mundo descubriendo estilos para vestir nuestros espacios. Si hace unas entradas visitábamos el lejano oriente con el minimalista estilo japonés, ahora nos quedamos en Europa, concretamente en Gran Bretaña, lugar de procedencia del Shabby Chic. Traducido literalmente, Shabby Chic significa desgastado y sofisticado, dos conceptos a priori antagónicos pero que encajan a la perfección combinados en su justa medida.
El estilo Shabby Chic toma su esencia en los cottages británicos del siglo XIX, esas enormes casas de campo victorianas donde lo rústico se entrelazaba con lo cuidado, femenino y romántico . Si hay tres elementos que caracterizan lo shabby chic, estos son lo vintage, las tonalidades pastel y los estampados florale
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Un color predomina sobre el resto: el blanco
En el shabby chic, el blanco en todas sus tonalidades es el rey. Un tono en apariencia sencillo que capta luz de esos grandes ventanales que estamos habituados a ver en las fincas rústicas clásicas del Reino Unido. Así, no solo lo veremos en las paredes, sino que también es posible encontrarlo en mobiliario, ventanas y objetos.
Incidimos en la importancia de las tonalidades porque el shabby chic busca lo cálido, de ahi que los blancos más cremosos sean los predominantes, especialmente aderezados con otros colores pastel. Decantarse por un rosa, beige, verde agua o azul turquesa puede resultar más complicado, por lo que de nuevo vuelve a hacer aparición otros elementos decorativos, aportando luminosidad y alegría a la escena de campo. Elige el color que más te guste, siempre y cuando sea claro.
Sus mejores aliados: estampados, bordados y encajes
Si en el punto anterior nos referíamos a la posibilidad de usar tonos pasteles, más arriesgados, para los elementos decorativos, otra alternativa chic y romántica son los estampados florales, que juegan con los tonos de fondo y aportan un toque de color. Textiles como mantas, servilletas, cortinas o tapizados confieren ese toque estilos y cuidado, reforzando nuestra elección de colores. O por qué no, con un papel estampado para una sección de la habitación.
Otra alternativa son los bordados y encajes de gran personalidad. No tengas miedo a combinar una cortina con una confección de calidad, heredada de padres o abuelos, con otros elementos más modernos. Como veremos más adelante, lo vintage cobra gran importancia en el Shabby Chic.
Aunque el textil es lo más habitual, no descartes otros elementos como las vajillas y juegos de café — sí, el Shabby Chic por si solo es capaz de diferenciar pequeños cafés y restaurantes — para los estampados, así como jarras y jarrones, espejos, macetas, cestas de mimbre…
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Mobiliario vintage moderno y restaurado
Lo anticipábamos en el punto anterior: en el shabby chic más rompedor unas cortinas o la vajilla familiar pueden ser los protagonistas de un espacio. La clave es que sean de calidad y tengan un estilo clásico británico. Asimismo, tampoco descartes una lámpara de araña o una vieja obra de arte que haya pasado décadas en la casa familiar.
Como ves, el shabby chic es un estilo de aprovechamiento, abriendo las puertas a nuestras antigüedades familiares y a otras que podamos adquirir en mercados de segunda mano o rastros. Las tonalidades pastel son un acierto, pero también materiales clásicos como la madera, la plata, el vidrio o el forjado son frecuentes en este estilo, preferiblemente si tienen aire envejecido. Y si no quieres complicarte, las tiendas de decoración más clásicas cuentan con mobiliario retro que encajarán a la perfección . Otra opción para los más lanzados: recuperar muebles antiguos valiéndonos de una restauración con decapado y decoupage.
Lo shabby chic es sofisticado, rústico y muy acogedor, logrando evocar la sensación tan entrañable de la hora del té o la merienda en casa de la abuela, un estilo muy interesante para salones, habitaciones y comedores, pero también para cafés o como decoración temática en bodas, bautizos y otras fiestas para generar esa atmósfera de estar como en casa.
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